lunes, 24 de noviembre de 2008

Fragmento: Lo que hay que tener - Manuel Vidal

"(…) Rocío, fiel cumplidora de una acuerdo que ni siquiera habíamos explicitado, tomó la iniciativa y, pegando su cuerpo contra el mío, me abrazó, induciéndome a que apretara mi tórax contra su pecho. Luego me besó, y sus labios, su lengua, su saliva, y hasta sus dientes supieron trasmitir, con inimaginable pericia, el concluyente mensaje de su disponibilidad.

Cuando alcé la cabeza para respirar, se empinó, sobra los tacones y comenzó a besarme el cuello, que fue recorriendo con la punta de su lengua como si estuviera marcando el territorio (…).

Luego empezó a desabrocharme los botones de la camisa sin mirarlos. Sólo me miraba, provocativamente, a los ojos, mientras sus dedos iban desnudándome con una autoridad poco menos que científica.

Sobrepasado por la situación, contemplé, tumbado en la cama que la misma Rocío había destapado, cómo empezaba a desvestirse con calculada lentitud, brindándome, con el glorioso espectáculo de su desnudo, los argumentos excitantes que debían avivar mi calentura.

Pero ni la aparición de un cuerpo mimado por la rotundidad de su sazón, ni el descubrimiento de la fronda pubiana más poblada y agresiva que había visto en mi vida, lograron sacarme de la pasividad desesperante a la que parecía haberme encadenado.

Tampoco el tacto indescriptible de la carne joven, el roce por mi cara de unos pezones prodigiosamente erizados o el concienzudo trabajo de una boca sabia sobre mi pene remiso consiguieron que culminara aquel ridículo cortejo que, nacido de una venganza miserable e intangible, se volvía contra mí para poner en evidencia las miserias palpables de un organismo acabado de cuyas carencia nunca podría recuperarme."

_____________________________________________________________Lo que hay que tener
_____________________________________________________________Manuel Vidal

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